El
jardín de naranjas es un lujar de paz. No se siente el movimiento de mucha
gente pero al mismo tiempo es un lugar con vida. Sentada en banco siento la
madera debajo de mi. Este banco es como cada otro banco en un parque, una
mescla perfecta de comodidad y incomodidad. Si te quedas en una posición por
mucho tiempo encontraras marcas de la madera en tu piel. A lo que pienso en
como me siento estando sentada aquí puedo oír diferentes conversaciones en la
distancia. Diferente gente pasan por delante de mi y puedo oír uno segundos de
su conversación. Aunque no entienda la mayoría de lo que oigo es obvio que son
diferentes conversaciones llenas de emociones distintas. Pasando delante de mi
también puedo oír las ruedas de bicicletas cuando tienen una interacción con
las piedras en el piso. La gente pasando en las bicicletas se hablan pero me
llama a la atención el sonido de las piedras contra las piedras porque sin las
piedras quizás no podría oír la diferencia entre la gente que están caminando o
montando las bicicletas. El sonido también me deja saber de que dirección están
viniendo la gente. Al lado de mi se sientan dos mujeres a tener una
conversación casual. Parece que este es un lujar de reunión para las dos. El
parque no parece tener un olor distinto aunque se que estoy rodeada de matas de
naranjas. Aprecio la tranquilidad del parque, especialmente porque esta en el
centro de la cuidad pero te da el sentido de que te has separado de las
ocupaciones de la cuidad central.
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